Despertando de Matrix

Cuando más distancia debemos guardar, mayor debe ser la unión de este reto que afrontamos como sociedad

Publicado en La Opinión-El Correo de Zamora el 18 de marzo de 2020

«Esta es tu última oportunidad. Después ya no podrás echarte atrás. Si tomas la píldora azul, fin de la historia: despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja te quedarás en el país de las maravillas, y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más».

Así comienza el viaje de iniciación de Neo, el personaje principal de Matrix, una película que en el año 1999 proyectaba un futuro apocalíptico en el que las masas permanecían al margen de la realidad en estado de letargo y ensoñación. La píldora azul permitía continuar en Matrix, mientras que la elección de la píldora roja traía consigo un traumático renacimiento, ese mismo despertar abrupto que hemos vivido en estos días todos los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país, como consecuencia de la nueva pandemia, de la irrupción del coronavirus.

En pocos días hemos visto cómo la situación de emergencia a la que nos enfrentamos ha demandado de los esfuerzos de toda la ciudadanía. De un día para otro, las circunstancias de excepcionalidad generadas por el virus COVID-19 han exigido actuaciones drásticas, renuncias personales y sacrificios colectivos, sin saber a ciencia cierta por cuánto tiempo ni el alcance a largo plazo de todas estas decisiones. Como sociedad hemos optado por tomar esa píldora roja. Una píldora que nos obliga a asumir la gravedad de la emergencia sanitaria, a demandar la colaboración de todos y cada uno de los habitantes del país, y a situar a la salud pública y a la vida humana como el principal valor a proteger de la sociedad española.

Es inevitable que esta píldora roja, que para la mayoría de españoles y españolas se presenta en forma de cuarentena y confinamiento, genere preocupación, disgusto e impotencia, pero no es menos cierto que seguir actuando como si nada de esto pasase o restándole importancia, sería una conducta demasiado negligente de la que nos íbamos a arrepentir más pronto que tarde. Al margen de variados criterios profesionales y de análisis de expertos de la salud pública (sobre los tiempos y las estrategias más idóneas), existe una apuesta generalizada por actuar con determinación y sin ambages. En esta incierta tarea ha predominado una voz uniforme y sin fisuras de instituciones y de la sociedad civil, que el Decreto de «estado de alarma» del Gobierno solamente ha venido a rubricar. Una voz que dice al unísono «yo me quedo en casa».

En estos momentos, todos aquellos que tenemos algún puesto de responsabilidad política debemos sentirnos orgullosos por el comportamiento de nuestros conciudadanos. Más allá de actitudes de irresponsabilidad puntual, la respuesta colectiva a una situación inédita en nuestro país, está siendo digna de elogio. Muy especialmente en el caso de los sanitarios, de su ímprobo y generoso trabajo, y el de todos aquellos que están poniendo en riesgo su salud por asegurar que el país salga adelante. Hecho que viene a confirmar que la sanidad pública es uno de los principales valores de nuestro estado de bienestar cuya protección tenemos la obligación de proporcionar.

Un país que sale cada tarde a sus balcones a demostrar todo su reconocimiento a aquellos que están combatiendo a la enfermedad en primera fila. Una sociedad empática y solidaria, que cuida de sus mayores y de su población más vulnerable. Unos jóvenes que se ofrecen altruistamente para hacer compras y recados a aquellos que más lo puedan necesitar. Artistas e intérpretes dispuestos a amenizar, desinteresadamente con su arte, las tediosas horas que se avecinan. En definitiva, una ciudadanía consciente del reto colectivo que se le plantea y que ofrece su cooperación para garantizar el bienestar de todo el conjunto.

Las muestras de civismo y de espíritu comunitario en este trance deben contribuir al optimismo y a no caer en la desesperanza. Quizás una situación dramática como la actual pueda ser un nuevo punto de partida para el futuro. Quizás pueda servir como un primer paso para recuperar los vecindarios y esa cohesión vecinal que se perdió en muchos de nuestros barrios. Quizás nos haga apreciar el valor del comercio de proximidad que abandonamos por las grandes superficies. Quizás permita recuperar hábitos familiares y parte del tiempo perdido que la vida laboral ha sustraído a la maternidad y a la paternidad. Quizás nos enseñe a valorar el gusto por las cosas sencillas, por la vida cotidiana y por los placeres más inmediatos. Quizás nos lleve a preguntarnos si, para vivir mejor, hay que vivir instalados en la vorágine de las grandes ciudades sin detenernos a mirar a nuestros pueblos (salvo cuando vienen mal dadas).

Son muchas las posibilidades y horizontes que se abrirán cuando la enfermedad y la crisis global que desencadene pasen a formar un nuevo tomo de la Historia Universal. De momento, esta píldora roja nos ha hecho despertar, pero quedan muchos días en el calendario en los que el mejor antídoto para salir adelante será nuestro compromiso con los demás.

David Gago Ruiz
Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Zamora

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